Instalación de arte generativo

“La huella” es una obra generativa que discurre en un bucle de creación, adaptación y destrucción. Este proceso sin fin es un reflejo digital de las estrategias de supervivencia y evolución de la naturaleza que, a pesar de los factores externos que la desequilibran, tiende a situarse en un punto intermedio de estabilidad.

La obra evoluciona continuamente, incluso cuando está desactivada.

Muestra la imagen de su última exhibición trastocada por el paso del tiempo que ha estado inactiva, para continuar mutando hasta que vuelva a apagarse. El público provoca con su comportamiento que la obra, permeable al entorno, se transforme y evolucione. La ausencia de actividad a su alrededor hará que las huellas gráficas producidas con anterioridad se borren. A pesar de ello existen factores externos que se repiten una y otra vez, y que dejan una huella imborrable, que permanecen.

Como espectadores, la obra es un intento abocado al fracaso de situarnos en una posición privilegiada de observadores frente a la realidad de la que formamos parte. Nos permite tomar conciencia de que no todas las acciones tienen una consecuencias instantáneas y tangibles, aun cuando puedan ser decisivas. La realidad es el resultado de un proceso en el que toman parte algunas acciones voluntarias y una inmensa cantidad de estímulos secundarios. La convergencia de elementos premeditados y azarosos dan como resultado la generación continuada y no predecible de ésta pieza.

La realidad que quiero reflejar está inmersa en un proceso de flujo permanente.

De ciclos recurrentes donde el eje son las relaciones, tensiones e influencias entre los elementos que la componen, y ya no tanto no la sucesión de acciones consecutivas en el tiempo. Esta realidad nos hace repensar la vigencia de los presupuestos clásicos de acción y reacción, y adaptar cada día más la teoría del caos a nuestra vida cotidiana.

El proceso como Pradigma
Exposición, 2010


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